terça-feira, 31 de agosto de 2010

MIGRACIONES EN LA AGENDA

Pe. Alfredo J. Gonçalves, CS

En el Brasil y el mundo, crecen los cursos, seminarios, investigaciones y análisis sobre el fenómeno de la migración. Interés similar por el tema migración pasa, al mismo tiempo, por las actividades de los movimientos sociales y pastorales, por salas de aula de universidades, laboratorios y bibliotecas de institutos de investigación, por los debates de las Conferencias Episcopales, por los pasillos
y bastidores de la política nacional e internacional, por las preocupaciones de las autoridades responsables por las aduanas, etc. Sin lugar a dudas, el tema de la movilidad humana en todas sus formas, causas, consecuencias e implicaciones, viene ganando importancia día a día.

Reflejo de esto son las tesis de doctorados y maestrías, estudios de casos y eventos que se multiplican para comprender mejor esta nueva avalancha de dislocamiento humana en masa. Estos dislocamientos suelen funcionar como flujo y reflujo de las tormentas que no siempre son visibles. Olas aparentes y superficiales de corrientes subterráneas en el campo político y económico. Conceptos tales como flexibilidad, externalización, globalización, nueva geopolítica mundial, entre otros, expresan cambios profundos en condiciones estructurales y macrohistóricas.

Sus reflejos son evidentes en estas multitudes inquietas que, consciente o inconscientemente, persiguen nuevas oportunidades de vida y trabajo. En esta perspectiva, la migración adquiere la imagen de un tsunami, cuyo epicentro está oculto y distante. O la imagen de una punta iceberg cuya fuerza y volumen sigue siendo desconocidos. En la reorganización de la economía y las relaciones de poder en el ámbito internacional – bipolaridad de las potencias, multipolaridad, la fuerza de los países emergentes, la nueva polaridad entre los EE.UU. y China, relación surnorte y este-oeste, crisis del sistema financiero – estos son motivos invisibles
que mueven las aguas en la superficie.

En este escenario mundial, donde las naciones se reorganizan como verdaderas placas tectónicas de la economía política, los emigrantes y los inmigrantes aparecen como víctimas y protagonistas respectivamente. Víctimas de las asimetrías y desequilibrios sociales que se producen, se reproducen o se profundizan. Sobre todo del sur para el norte y del este para el oeste, masas anónimas buscan también reordenar posibilidades más prometedoras de futuro. Protagonistas, en la medida que,
colocándose en marcha en grandes cantidades y todas las direcciones, hacen marchar la propia historia de los pueblos, naciones y culturas. Si, por un lado, reclaman sobre las estructuras injustas por el simple hecho de migrar, denunciando los propios países que les niegan las mínimas condiciones como ciudadanos, por otro lado rompen con el concepto de frontera, anunciando una especie de ciudadanía universal.

Difícil encontrar actualmente un país que no esté involucrado con estos
dislocamientos humanos. Algunos países aparecen como lugares predominantes de salida, otros, como puntos de llegada, otros aún, como aéreas principales de tránsito o paso. Entre los primeros, podemos poner los pueblos de América Latina, África, Asia y la antigua Unión Soviética, entre estos últimos, los Estados Unidos, Europa, Japón y Australia entre estos últimos, vale mencionar México, Guatemala, Portugal, Turquía.

No debemos olvidarnos, además, que no pocos países, históricamente como regiones de inmigración, se han convertido en tierras de emigración, y viceversa. Sólo tomar en cuenta el cruce del Océano Atlántico, hace más de un siglo, italianos, alemanes, polacos, españoles, portugueses, etc. Hoy es nuevamente hecho el camino inverso
no solo por los nietos y bisnietos, sino también numerosos brasileños, peruanos,
ecuatorianos, paraguayos, argentinos, y demás.

A todo esto puede acrecentarse las masas de trabajadores que, temporal o permanentemente, cruzan y recruzan las líneas divisorias de los países vecinos.
Migraciones fronterizas que tornan los limites tríplices o dúplices, territorios de
mucho movimiento y dinamismo, vivo retrato de la globalización del capital,
tecnología, servicios y mercancías, pero con restricciones cada vez mayores para
las personas. De ahí la presión también creciente, sobre los límites territoriales de
las naciones. Impedidos a llegar por la puerta principal, que suele seleccionar a
los inmigrantes más “aptos o educados”, la multitud se aventura por los desiertos,
mares y bosques. Un ejemplo podría ser la zona fronteriza entre México y los Estados
Unidos, entre Sudáfrica y Zimbabue, o entre el este y el oeste de Europa. En esta
peligrosa travesía, contamos centenas, o mejor millares, el número de muertos,
desaparecidos o mutilados en el cuerpo y el alma.

Ni sería necesario acrecentar un punto final. Pero esto puede ser debido a la
resistencia y la terquedad, la esperanza y los sueños que ponen a los inmigrantes
en constante movimiento. Muchos son huérfanos de las guerras, de los conflictos
y todas las formas de violencia, otros huérfanos por la pobreza, la miseria
y el hambre, y otros son trabajadores en movimiento sobre la tierra, el aire
o el agua. Los migrantes, refugiados, deportados, exiliados, marítimos,
itinerantes, viajeros, los gitanos, los fugitivos de “desastres naturales”, los
trabajadores temporales... Son, sobre todo, fuertes, parafraseando a Euclides
da Cunha. “fuertes porque transforman la fuga en una nueva búsqueda”. Además
revelan nuestra condición de peregrinos en la tierra siguiendo el camino hacia una
patria definitiva, el Reino de Dios.

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